REFLEXIONES

Reflexiones sobre la vocación Docente

Autora artículo: Valeria Neumann. Docente Escuela Pukara

“La educación es, tal vez, la forma más alta de buscar a Dios”
. (Gabriela Mistral)


Hoy en día en que cada vez se cuestiona más la carrera docente y se recuerda con nostalgia la época de los profesores normalistas, se mira con emoción la labor de los profesores rurales, se cuestiona la calidad de la formación docente y se critica ampliamente la decisión de ser profesor, es bueno dar una mirada a los motivos, las dudas y las consecuencias de ser profesor hoy. Olvidemos por un momento la triste realidad de quienes son profesores no por opción sino por descarte, los que están porque  “no les quedo otra” y trabajan sin amor a lo que hacen y que suelen empañar la imagen de un gremio que en su mayoría trabaja con esfuerzo por el bienestar  de sus alumnos.




Si hablamos de las razones para ser profesor, sólo una respuesta: Vocación, el firme interés por la justicia, por el derecho que todos tenemos a superarnos, a ser más, la convicción de que somos capaces de modificar realidades y hacerlas más favorables para quienes empiezan el camino de la vida. Y en este camino siempre tropezamos con las dudas: ¿cómo voy a ser yo capaz de eso? , la respuesta: no, no soy yo, son los niños, son ellos que despiertan al mundo, ellos que logran crecer, avanzar y desarrollarse, ellos que necesitan un apoyo para volar con alas propias, entonces el docente se transforma en el mediador, el facilitador del conocimiento y el aprendizaje, el que se prepara, estudia e investiga para que sus alumnos aprendan.



Las consecuencias de ser profesor:  la maravilla, el esplendor de una estrella que comienza a brillar con luz propia, la satisfacción del cansancio, la alegría del murmullo constante de voces joviales que comienzan a vivir, el dolor de la frustración que nos recuerda que cada día podemos aprender algo nuevo, el reconfortante reconocimiento de que siempre podemos mirar hacia al lado y ver a un colega del cual podemos aprender y pedir consejo, la certeza de que nos desempeñamos en el lugar en que renace la alquimia, donde surge la magia, donde las personas forjan su futuro y tú, profesor, tuviste la oportunidad, la dicha de estar allí.

Ser profesor hoy no es una última opción, es un primer amor, es dormir tranquilo porque sabes qué hiciste tu mejor esfuerzo, es dormir preocupado porque sabes que un alumno tiene problemas en su familia, es dormir intranquilo porque tienes deudas, es dormir feliz porque recuerdas una anécdota del día. ¿Y porqué todo se traduce al dormir? Porque los que somos profesores somos los que soñamos, los que un día tuvimos el sueño de un mundo más justo y más feliz para vivir.

Es así como nos presentamos los que amamos nuestra labor, a los que llaman locos e ilusos y entre éstos ilusos están los se apasionan por la historia forjada por nuestros antepasados con sangre y sudor, los que se maravillan con la geografía de nuestro planeta, los que crean mundos nuevos con palabras y las embellecen con la poesía del lenguaje, los que cálculo a cálculo tratan de llegar a la ecuación perfecta entre la información cuantitativa y la calidad humana, los que saben que el cuerpo es un templo y se debe cuidar, los que con otro idioma conocen el mundo, los que mediante ideas crean nuevas corrientes filosóficas, los que enseñan  algo de Dios y también estamos nosotros, los salmones: siempre nadando a contra corriente, contra la corriente de la sociedad que cree establecer los parámetros de la normalidad, nosotros, los más felices de todos, los que tenemos la gran posibilidad de compartir con las personas más sinceras, los que tenemos la responsabilidad de no abusar de eso y aceptar  con entereza más de algún golpe, grito o comentario inesperado, y con esta descripción no me refiero a los profesores de educación diferencial, me refiero a todos aquellos profesionales que trabajamos con personas con necesidades educativas especiales, retos múltiples, autismo y otras características que les hacen merecedores de apoyos específicos, los que recibimos el don más preciado que debemos valorar, potenciar , respetar y luchar con pasión por sus derechos.



Ser profesor hoy no es enseñar, sino motivar y acompañar la construcción de un aprendizaje para la vida, para una buena vida.
Esperemos que la docencia siga siendo el campo de los idealistas, apasionados e inconformistas y que el tiempo no diluya los sentimientos y emociones del amor primero, que no muera el dolor de estómago el primer día de clases ni el nerviosismo al llegar a un curso nuevo para que siempre recordemos que seguimos siendo aprendices.
Para finalizar  esta pequeña reflexión les dejo una oración de una maestra a quien tal vez también llamaron “tía” o “Señorita” para que la lean los días de cansancio o incertidumbre y ayude a recargar las fuerzas y la ilusión.

La Oración de la Maestra.

¡Señor! Tú que enseñaste, perdona que yo enseñe; que lleve el nombre de maestra, que Tú llevaste por la Tierra.
Dame el amor único de mi escuela; que ni la quemadura de la belleza sea capaz de robarle mi ternura de todos los instantes.
Maestro, hazme perdurable el fervor y pasajero el desencanto. Arranca de mí este impuro
deseo de justicia que aún me turba, la mezquina insinuación de protesta que sube de mí cuando me hieren. No me duela la incomprensión ni me entristezca el olvido de las que enseñé.
Dame el ser más madre que las madres, para poder amar y defender como ellas lo que no es carne de mis carnes. Dame que alcance a hacer de una de mis niñas mi verso perfecto y a dejarte en ella clavada mi más penetrante melodía, para cuando mis labios no canten más.
Muéstrame posible tu Evangelio en mi tiempo, para que no renuncie a la batalla de cada día y de cada hora por él.
Pon en mi escuela democrática el resplandor que se cernía sobre tu corro de niños descalzos.
Hazme fuerte, aun en mi desvalimiento de mujer, y de mujer pobre; hazme despreciadora de todo poder que no sea puro, de toda presión que no sea la de tu voluntad ardiente sobre mi vida.
¡Amigo, acompáñame! ¡Sostenme! Muchas veces no tendré sino a Ti a mi lado. Cuando mi doctrina sea más casta y más quemante mi verdad, me quedaré sin los mundanos; pero Tú me oprimirás entonces contra tu corazón, el que supo harto de soledad y desamparo. Yo no buscaré sino en tu mirada la dulzura de las aprobaciones.
Dame sencillez y dame profundidad; líbrame de ser complicada o banal en mi lección cotidiana.
Dame el levantar los ojos de mi pecho con heridas, al entrar cada mañana a mi escuela. Que no lleve a mi mesa de trabajo mis pequeños afanes materiales, mis mezquinos dolores de cada hora.
Aligérame la mano en el castigo y suavízamela más en la caricia. ¡Reprenda con dolor, para saber que he corregido amando!
Haz que haga de espíritu mi escuela de ladrillos. Le envuelva la llamarada de mi entusiasmo su atrio pobre, su sala desnuda. Mi corazón le sea más columna y mi buena voluntad más horas que las columnas y el oro de las escuelas ricas.
Y, por fin, recuérdame desde la palidez del lienzo de Velázquez, que enseñar y amar intensamente sobre la Tierra es llegar al último día con el lanzazo de Longinos en el costado ardiente de amor.


Gabriela Mistral


Nota: En las imágenes docentes y alumnos de la Escuela Pukara

2 comentarios:

  1. LES COMPARTO ESTA REFLEXIÓN PORQUE EN ELLA ENCUENTRO MUCHAS VERDADES DE LO QUE ESTÁ SUCEDIENDO EN LA ACTUALIDAD Y LO QUE ES VERDADERAMENTE UN MAESTRO.

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  2. Muy linda y acertada reflexion maestra.Este tipo de lectura nos impulsa a continuar con entusiasmo y alegria a seguir trabajando por nuestros alumnos.

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